A mi, en cambio, me lleva a dulces recuerdos de cuando era niño y jugaba en la clínica dental de mi padre.
Lo mismo ocurre con el fuerte olor a dentista de aquella época, ese que es como un olor a menta fuerte mezclada con pasta de dientes.
Ese olor tan característico era el de mi padre cuando volvía del trabajo, y a mí me encanta porque me recuerda a él.
Resulta que el abuelo de mi mujer, Laura, también era dentista, y por ello compartimos el cariño de recuerdos parecidos.
Ahora, algunos días al llegar a casa, nos damos un abrazo y sonreímos cuando nos damos cuenta de que huele a dentista.
Igual que pasa con el alginato, hay gente que asocia ese olor a malas experiencias del pasado y eso hace que no vaya al dentista. Lo entendemos, es lógico.
Nadie quiere pasarlo mal y sufrir.